Efectos del mundo digital en adolescentes

Las redes sociales son una gran parte de la vida de muchos adolescentes. Una encuesta de 2018 del Centro de Investigación Pew realizada a casi 750 personas de 13 a 17 años encontró que el 45% está en línea constantemente y el 97% usa al menos una plataforma de redes sociales, como YouTube, Facebook, Instagram o Snapchat.

Analicemos las variables

Las principales características de las redes sociales son el “concepto de comunidad, a través de la creación de redes de usuarios que interactúan, dialogan y aportan comunicación y conocimiento; tecnología flexible y ancho de banda necesario para el intercambio de información y estándares web de aplicación libre”

Por su parte, la adolescencia se conoce como el período de transición bio-psicosocial que ocurre entre la infancia y la edad adulta, en la que acontecen modificaciones corporales y de adaptación a nuevas estructuras psicológicas y ambientales que llevan a la vida adulta, entre los 10-17 años, conllevando al descubrimiento de su propia identidad, tanto psicológica como sexual. Durante este periodo, el adolescente toma consciencia de sí mismo y adquiere mayor control emocional, desatando un deseo de alcanzar libertad, autonomía, independencia y la búsqueda de nuevas experiencias placenteras.

Durante el proceso de transición psicológica y física que experimenta el adolecente, se expone a peligros que podrían relacionarse con ciertas conductas que pueden intervenir en el desarrollo de sus tareas diarias. Teniendo en cuenta, los desórdenes emocionales que se manifiestan durante esta etapa, en la que se podría ver comprometido el proyecto de vida, la salud y la supervivencia propia ante la adaptación social, se podría decir que todo lo que rodea al adolescente (familia, pares, redes sociales) influye directamente en su comportamiento.

En la actualidad…

A través de una encuesta realizada en octubre a 1.000 padres y madres de niños y niñas de entre 7 y 15 años sobre el uso de las redes sociales en los jóvenes y su comportamiento, los expertos llegaron a conclusiones preocupantes. En el ámbito personal, las familias encuestadas opinan que las relaciones sociales, la educación y la actividad física han sido áreas sumamente afectadas por la rápida digitalización de las actividades el último año.

A raíz de los cambios ocasionados por la pandemia, se estima que 3 de cada 10 menores han sufrido falta de concentración y mal humor o agresividad en este tiempo. “Los menores van a hacer una peor gestión de sus emociones, con más mal humor en sus vidas y agresividad“. Problemas de sueño, depresión, pérdida o aumento de peso y menor autoestima son otros de los cambios físicos y psicológicos que se han producido durante la pandemia, según el estudio.

“Hay un número mayor de niños con trastorno del sueño y esto se traduce en un cansancio crónico o insomnio. De igual modo, van a haber más inseguridades que darán lugar a un aumento de depresión, ansiedad y agorafobia“, explica María Guerrero, psicóloga de familia.

Los profesionales de la salud mental confiesan estar preparándose para una tercera ola psicológica, en la que los niños crezcan en un entorno con  menor socialización, siendo las pantallas el protagonista de sus vidas.

En comparación con la infancia de otras generaciones, la psicóloga asegura que los niños de ahora prefieren cambiar las actividades de ocio del “mundo real” por una pantalla.

“Recuerdo cuando era adolescente y mentía a mis padres para poder salir e ir a alguna fiesta. Ahora los adolescentes están mintiendo a sus padres para quedarse en casa con sus pantallas“

Frente a la pérdida del “estímulo positivo” de socialización como consecuencia de la digitalización de la enseñanza, también se va a perder el concepto de equipo y de compañerismo. De esta manera, los jóvenes van a ser “más individualistas”.

Por esta razón, hacen un llamamiento a los padres de estos niños para que se den cuenta de que los menores no tienen el mismo nivel de conciencia que podría tener un adulto frente a los peligros que supone el poder adictivo de Internet.

“Enseñar a convivir con las pantallas forma parte de la paternidad responsable. No podemos delegar esto en colegios, escuelas o en la sociedad“, determina la psicóloga de familia.

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