Cannabis, ¿Negocio millonario?

El llamado oro verde se ha convertido en una inversión de riesgo de alta rentabilidad. El bróker XTB lo cifraba en 2019 en más de 340.000 millones de dólares. Su base de consumidores supera los 200 millones de personas y empresas y lobbies trabajan por lavar la imagen de una sustancia cuyo futuro se relaciona con los sectores de la salud y el bienestar.

Hasta hace poco, no sabía mucho acerca del cannabis. No sabía que se cultiva hace más de 4.000 años, que crece en todo el mundo o que se usó en la medicina hasta bien entrado el siglo XX. No tenía idea de que la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU lo situó en 1961 en el mismo nivel de peligrosidad que la heroína, ni que se compone de un centenar de sustancias, los cannabinoides, la mayoría inexplorados por la ciencia.

Décadas de estigmatización sobre esta planta han hecho que apenas se haya estudiado químicamente, al contrario que los opioides, cuyo uso medicinal se disparó en Estados Unidos (tramadol, morfina, metadona, oxicodona) originando una cadena de adicciones, una epidemia (y una burbuja farmacéutica) que provoca miles de muertes al año.

Mientras yo ignoraba todo esto, las cosas comenzaron, de a poco, a moverse a nivel mundial. La marihuana está saliendo del armario; sin embargo, sigue siendo desconocida en muchos aspectos. Apenas desde los sesenta (gracias al químico israelí Raphael Mechoulam) sabemos que en su estructura dominan dos principios activos: el THC (el componente psicoactivo, influencia el placer, el apetito, la memoria y la concentración y además, modera la sensación de dolor y juega un rol en las homeostasis en ciertas partes del cuerpo, tales como el riñón y el hígado) y el CBD (que no es psicoactivo, pero se utiliza de múltiples formas terapéuticas, tiene efecto anticonvulsivo y reduce los espasmos musculares). El equilibrio entre ambos es clave para el bienestar del consumidor de esta planta que, no mata por sobredosis, a diferencia de la morfina.

En muchos países existe un mercado normalizado de cannabis, pero, está desregulado porque es ilegal y eso es muy peligroso para el que lo adquiere en el mercado negro y no sabe lo que toma. Hay, por ejemplo, pacientes con esclerosis múltiple, epilepsia, cáncer o dolor crónico que se lo auto administran y necesitan una planta de muy buena calidad.

Lo que tampoco conocía es que en torno a la imparable legalización de su uso medicinal y recreativo (principalmente en Canadá y Estados Unidos, pero con un creciente uso terapéutico en la UE, desde Italia a Portugal y Alemania) ha surgido un sólido negocio global que prevé manejar en 2025 más de 60.000 millones de dólares en todo el mundo.

Alrededor de este boom se está creando una industria que en cinco años ha pasado de la ilegalidad a cotizar en bolsa con capitalizaciones superiores a las de muchos valores del Ibex 35. Y donde grandes corporaciones de la distribución, alimentación, bebidas, tabaco, fármacos, software, biotecnología y fertilizantes, están tomando posición.

La cannabis cuenta ya con 75 millones de consumidores legales (la ONU calcula el número de consumidores habituales en algo más de 200 millones) y empieza a disponer de genetistas, químicos, logísticos, contables, abogados, comunicadores y fondos de inversión. Se calculan beneficios en los ingresos del negocio (cuando alcance su madurez) similares al de la industria cervecera. Financieros dicen que es la mayor disrupción en el mercado desde el nacimiento de Amazon.

Uruguay y Canadá fueron los primeros Estados en legalizarlo (en 2013 y 2018 respectivamente) tanto para uso medicinal como recreativo. Con una diferencia: Canadá, icono de progresismo y modernidad, tiene uno de los mayores PIB del mundo, forma parte del G 8, cuenta con una población de 37 millones de habitantes (de los que 5 millones consumen cannabis) y una cifra de negocio en torno a la marihuana que ya supera los 7.000 millones de dólares.  El modelo capitalista también domina en Estados Unidos, donde en 33 Estados ya es legal su uso medicinal, y en 10, además de en Washington DC, el lúdico o recreativo. Hoy, el cannabis, emplea a más de 160.000 personas en EE.UU.

Canadá ha dominado el mercado, con una veintena de corporaciones de estructura vertical que cubre todo el proceso del negocio de la cannabis, desde el científico hasta el agrícola, industrial y logístico: desde el cultivo hasta la recogida, extracción, purificación, manufactura en las distintas presentaciones (flores secas, aceites y cápsulas de gel) y su distribución a través de los dispensarios, farmacias y páginas web.

La empresa que lidera el mercado de cannabis mundial es Canopy Growth, creada en Canadá en 2014 y con una capitalización bursátil superior a los 18.000 millones de dólares. Tiene como principal accionista a la estadounidense Constellation, una de las mayores compañías de bebidas del mundo. Canopy tiene una presencia monopolística en la UE a través de un abanico de pactos y adquisiciones en España, Alemania, Dinamarca y República Checa. Le sigue, por valor en Bolsa, Tilray, con relaciones con la farmacéutica Novartis. Y detrás, Aurora (la primera productora de marihuana, con 500 toneladas al año), Cronos (en cuyo accionariado está Altria, la propietaria de la tabaquera Marlboro) y otra docena de firmas cuyo valor no baja de la cota de los 1.000 millones.

Negocio de Cannabis en Latinoamérica

Con Uruguay y Colombia a la cabeza por sus reglamentaciones más desarrolladas para la producción, comercialización e incluso exportación, América Latina avanza en sus marcos normativos para regular la actividad económica del cannabis.

Colombia se ha ubicado en un lugar preponderante en la región y de gran potencial en el desarrollo de la industria medicinal y en su posicionamiento internacional. La Ley 1.787 de 2016 creó el marco regulatorio para el acceso a productos farmacéuticos y a precios controlados en todo el territorio nacional. Esto provocó un marcado interés de inversionistas locales e internacionales.

Uruguay fue el primer país en legalizar completamente la producción comercial de cannabis en sus distintas formas: industrial, médico y recreativo. Al 4 de agosto de 2020, Uruguay había generado casi USD 8 millones en ingresos por exportación de flores. Los cultivadores caseros pueden cultivar un máximo de seis plantas por hogar y cosechar no más de 480 gramos por año.

México mantiene la regulación de cannabis atascada. En 2017, se aprobó la Ley General de Salud que autorizó el cannabis para uso médico, incluidos los productos con alto contenido de THC. Pero a la fecha no existen procedimientos oficiales para que los pacientes puedan acceder a los productos medicinales.

Brasil avanzó poco en cannabis medicinal y no hay señales favorables para la industria.

Perú en 2019 reglamentó una ley que regula el uso medicinal y terapéutico del cannabis y sus derivados. Sin embargo, el acceso para los pacientes ha sido limitado por los pocos lugares que lo dispensan. Los últimos avances se han limitado a nuevas cadenas de farmacias que han obtenido licencias para vender el aceite, importado por empresas extranjeras. Aunque varias empresas han presentado solicitudes de licencia para producir en Perú, hasta el momento no se ha otorgado ninguna.

Uno de los principales argumentos de la industria para defender la regulación y legalización del cannabis es que al final, se tiene un producto con más información, control y seguridad en la distribución. Se acaba con el mercado negro o queda reducido a una mínima expresión. Y se ofrece una educación de cómo se puede consumir, sus beneficios y sus perjuicios. Sin embargo, aún existen muchos estigmas y temores entorno a la planta y su consumo.

Lo innegable es que con el paso de los años va ampliando su mercado y se convierte en una promesa de alta rentabilidad, sumando inversionistas, modelos de negocio y consumidores.


Con información de El País y Finanzas


MÁS ARTICULOS